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jueves, 27 de noviembre de 2008

El Pozo del Desierto

Es una leyenda antigua contada por los monjes del desierto. En los confines de Tebaida, dice la leyenda, había un pozo que apagaba la sed de todos los peregrinos que pasaban por allí. Lo más curioso de ese pozo era que el que bebía de su agua no volvía a tener sed. El problema era que nadie sabía exactamente dónde estaba el pozo.
No obstante, un día, un investigador de los archivos monásticos encontró, entre muchas cosas, un mapa antiguo que hablaba de ese pozo y lo localizaba. Sin contárselo a nadie, el investigador escondió el mapa para que nadie más supiera de su existencia y se puso a caminar, desierto adentro, a la búsqueda del pozo. Pero pasaron los días… y el hombre nunca más volvió. ¿Qué habría acontecido?
Algunos años más tarde, otro sabio encontró por azar el mapa escondido, y también él lo escondió de nuevo, y se aventuró solo a la búsqueda del deseado pozo. Pero tampoco él volvió jamás. Y una vez más la historia del pozo que apagaba la sed de todo el mundo cayó en el olvido.
Dice la leyenda que la historia se repitió varias veces, hasta que el mapa fue a caer en las manos de un pobre trabajador. Sorprendido con la novedad, en vez de esconder el mapa, habló de él a toda la gente y del pozo escondido que apagaba la sed. La novedad era tan grande que las personas no se lo creían. ¿Un pozo que apaga la sed? ¿Quién se lo va a creer?
No obstante, un pequeño grupo estudió cuidadosamente el mapa y llegó a la conclusión de que el mapa parecía autentico. Y si el mapa era verdadero, ¿por qué no podía ser verdadero el pozo? Se juntaron en un grupo y decidieron ir a la búsqueda del pozo. Se prepararon para el viaje y, un buen día, se pusieron en camino desierto adentro. El viaje fue duro y difícil, pues el sol del desierto no perdonaba. Pero como iban en grupo, se ayudaban los unos a los otros compartiendo la poca agua que llevaban.
Después de largos días de viaje, cuando el desierto parecía no tener fin, avistaron el pozo. Era verdad: el pozo no era un espejismo. Pero, ante el asombro de todos, vieron junto al pozo centenares de esqueletos humanos. Se acercaron, miraron dentro del pozo y vieron que no se habían equivocado: abajo el agua brillaba. El problema era que no tenían con que sacar el agua. Por eso, todos los que antes habían buscado el pozo solos habían muerto de sed. Entonces el grupo se sentó a reflexionar sobre cómo sacar el agua del pozo. No tenían ni cuerda ni cubo y el pozo era profundo. Entonces, con las ropas que tenían hicieron una cuerda larga, ataron en la punta un botijo y lo llevaron al fondo del pozo. Y todos pudieron beber del agua del pozo. La verdad era que, después de beber, nunca más tuvieron sed.
Cuando nosotros damos las manos, unimos las fuerzas y creamos comunidad, no hay fuente que no podamos alcanzar ni sed que no se pueda matar.

jueves, 20 de noviembre de 2008

¿Qué Está Leyendo?

Por Onofre Castells

Mi mirada se alza fugazmente por encima del libro para contemplar el paso del tiempo que se deja ver en estas calles de la ciudad Condal. Sólo durante unos breves instantes soy capaz de apartar la vista de las hojas que leo repetitivamente sin cesar. Hace ya mucho tiempo, más de diez años, que soy prisionero de este libro que me obliga a deambular sin pausa por estas calles de Barcelona. Nunca me detengo, no siento hambre ni sed, el cansancio físico ahora sólo es un vago recuerdo. Día tras día recorro las mismas calles, guiado por la fuerza maléfica que emana de este libro.
Mi recorrido empieza en una plaza de forma triangular, la plaza Urquinaona. Entonces desde ésta, enfilando la ronda Sant Pere, me planto en el paseo Lluís Companys. Dejo atrás las farolas modernistas que flanquean el paseo dedicado a la memoria del Presidente fusilado, y entonces, desde el paseo de Pujades, con el parque de la Ciutadella a mi izquierda, me dirijo a la calle Comerç.
Una vez en esta calle, mis pasos se dirigen de nuevo al Paseo Lluís Companys, y vuelvo por donde vine a la Plaza Urquinaona.
Día y noche, año tras año, sin interrupción realizo el mismo itinerario. Estoy preso en estas calles y sometido a los misteriosos designios del libro que me acompaña en este deambular perpetuo.
Ando y leo contra mis deseos, mi voluntad ha sido aplacada por la oscura fuerza que proviene de este libro. No puedo hablar ni gritar, ni tampoco pedir auxilio a las personas que se cruzan en mi camino. Nadie ha intentado detenerme en todo este tiempo, sólo algún turista despistado me ha dirigido la palabra para preguntarme por alguna calle o algún lugar conocido, pero me ha sido imposible responder, soy un prisionero sin derecho a hablar con nadie.
La gélida lluvia cae esta noche sobre la ciudad condal al mismo tiempo que vago bajo la mortecina luz de las farolas modernistas con mi cuerpo empapado. Y pese a esta lluvia, el libro permanece seco, cómo si estuviera protegido por una fantasmal e invisible mampara. Mi impávido rostro es golpeado por miles de gotas de agua que son empujadas por las fuertes ráfagas de viento que soplan inesperadamente desde cualquier dirección. No importa, sigo leyendo este libro sin cesar mientras continuo mi sempiterno recorrido. Y ahora, cuando vuelvo a llegar a la plaza Urquinaona, me viene a la memoria cómo empezó mi desdicha, hace ya diez años.
Por aquél entonces trabajaba en una oficina de la Ronda de Sant Pere. En mis idas y venidas de la oficina, empecé a fijarme en un tipo flaco que veía frecuentemente por la calle con un libro en la mano. El hombre con la mirada pegada al libro siempre vestía un traje oscuro y unos zapatos negros e impolutos. Pasaban los meses y no había día que fuera a trabajar y que no viera al misterioso tipo. Me parecía muy extraño y misterioso ver al tipo flaco cada día por la ronda de Sant Pere con su libro en la mano, leyéndolo sin prestar atención a su alrededor.
Fueron pasando los meses, y aquel tipo me traía de cabeza. Bajo un sol inmisericorde de Agosto, al mediodía, el hombre misterioso se cruzó conmigo cuando me dirigía a un restaurante para comer algo. Me detuve y me volví para observar al tipo flaco que se alejaba, preguntándome qué estaría leyendo. Siempre que me cruzaba con él llevaba el mismo libro de tapas rojas con título en negro; Oitcidelam. Indagué esta palabra en Internet, pero los buscadores no me devolvían ninguna referencia respecto a Oitcidelam. Realmente estaba intrigado, me preguntaba que debía estar leyendo. Cada día que pasaba se acrecentaba mi deseo de averiguarlo. Era una mañana otoñal con el cielo azul y cristalino cuando observé al tipo flaco acercarse a mí leyendo el misterioso libro.
Tragué saliva y esperé a que el hombre vestido de negro llegara a mi altura.–Buenos días, permítame una pregunta –Dije cuando ya lo tenía frente a mí.
El tipo me miró fugazmente con sus ojos oscuros e inescrutables y continuó su marcha sin decirme nada. Su mirada me impresionó, provocándome una inmensa tristeza. Me volví y corrí tras él.
–Perdone que le moleste, por curiosidad… ¿Qué está leyendo? –Pregunté cuando ya casi alcanzaba al tipo flaco en la plaza Urquinaona.
El hombre vestido de negro se detuvo y se volvió exhibiendo una sonrisa canina al mismo tiempo que me observaba con sus ojos insondables. Me quedé petrificado ante aquélla mirada y fue entonces cuando el tipo se desvaneció frente a mí mientras el libro de tapas rojas caía al suelo. Impresionado y sin saber que había sucedido, recogí el libro. Miré la tapa frontal y el título Oitcidelam desapareció lentamente al mismo tiempo que surgía un nuevo título: Maledictio. Aterrorizado ante la lectura del nuevo título, sentí una fuerza fría y brutal que me transmitía el libro que asía con mis manos. Pude observar cómo mi vestimenta había cambiado, ahora vestía cómo el tipo flaco. Quise soltar el maléfico libro, pero éste me dominó y me obligó a caminar por la ronda de Sant Pere haciéndome leer su primera hoja.
Soy prisionero de una maldición y vago por las calles de esta ciudad, día y noche. Soy un alma en pena que sólo espera liberarse de este maleficio por medio de una pregunta que alguien tiene que formularme en la plaza Urquinaona: “¿Qué está leyendo?”

viernes, 7 de noviembre de 2008

LA EDAD DE LOS PAÍSES

por Hernán Casciari

'Argentina no es mejor ni peor que España, sólo más joven'.
Me gustó esa teoría y entonces inventé un truco para descubrir la edad de los países basándome en el sistema perro. Desde chicos nos explicaron que para saber si un perro es joven o viejo había que multiplicar su edad biológica por 7. Con los países, entonces, hay que dividir su edad por 14 para saber su correspondencia humana. ¿Confuso? En este artículo pongo algunos ejemplos reveladores.
Argentina nació en 1816. Tiene ciento ochenta y nueve años. Si lo dividimos por 14, Argentina tiene trece años y cuatro meses. O sea, está en la edad del pavo. Argentina es rebelde, es pajera, no tiene memoria, contesta sin pensar y está llena de acné. Por eso le dicen el granero del mundo.
Casi todos los países de América Latina tienen la misma edad y, como pasa siempre en esos casos, hay pandillas. La pandilla del Mercosur son cuatro adolescentes que tienen un conjunto de rock. Ensayan en un garage: hacen mucho ruido y jamás sacaron un disco. Venezuela, que ya tiene tetitas, está a punto de unirse para hacer los coros. En realidad quiere coger con Brasil, que tiene catorce y la poronga grande. Son chicos; un día van a crecer.
México también es adolescente, pero con ascendente indio. Por eso se ríe poco y no fuma inofensivo porro como el resto de sus amiguitos. Fuma peyote y se junta con Estados Unidos, que es un retrasado mental de 17 que se dedica a matar a chicos hambrientos de seis añitos en otros continentes.
En el otro extremo, por ejemplo, está la China milenaria: si dividimos sus 1.200 años entre 14, nos da una señora de ochenta y cinco, conservadora, con olor a pis de gato, que se la pasa comiendo arroz porque no tiene para comprarse la dentadura postiza. Tiene un nieto de ocho, Taiwán, que le hace la vida imposible. Está divorciada hace rato de Japón, que es un viejo cascarrabias al que todavía se le para la chota. Japón se juntó con Filipinas, que es jovencita, es boluda y siempre está dispuesta a cualquier aberración a cambio de dinero.
Después están los países que acaban de cumplir la mayoría de edad y salen a pasear en el BMW del padre. Por ejemplo Australia y Canadá. Estos son típicos países que crecieron al amparo papá Inglaterra y de mamá Francia, con una educación estricta y concheta, y ahora se hacen los locos. Australia es una pendeja de 18 años y dos meses que hace topless y coge con Sudáfrica; Canadá es un chico gay emancipado que en cualquier momento adopta al bebé Groenlandia y forman una de estas familias alternativas que están de moda.
Francia es una separada de 36 años, más puta que las gallinas, pero muy respetada en el ámbito profesional. Es amante esporádica de Alemania, un camionero rico que está casado con Austria. Austria sabe que es cornuda, pero no le importa. Francia tiene un hijo, Mónaco, que tiene seis años y va camino de ser puto o bailarín, o las dos cosas.
Italia es viuda desde hace mucho tiempo. Vive cuidando a San Marino y a Vaticano, dos hijos católicos idénticos a los mellizos de los Flanders. Italia estuvo casada en segundas nupcias con Alemania (duraron poco: tuvieron a Suiza) pero ahora no quiere saber nada con los hombres. A Italia le gustaría ser una mujer como Bélgica, abogada, independiente, que usa pantalón y habla de tú a tú de política con los hombres. (Bélgica también fantasea a veces con saber preparar spaghettis.)
España es la mujer más linda de Europa (posiblemente Francia le haga sombra, pero pierde en espontaneidad por usar tanto perfume). España anda mucho en tetas y va casi siempre borracha. Generalmente se deja coger por Inglaterra y después hace la denuncia. España tiene hijos por todas partes (casi todos de trece años) que viven lejos. Los quiere mucho, pero le molesta que los hijos, cuando tienen hambre, pasen alguna temporada en su casa y le abran la heladera.
Otro que tiene hijos desperdigados es Inglaterra. Gran Bretaña sale en barco a la noche, se culea pendejas y a los nueve meses aparece una isla nueva en alguna parte del mundo. Pero no se desentiende: en general las islas vivien con la madre, pero Inglaterra les da de comer. Escocia e Irlanda, los hermanos de Inglaterra que viven en el piso de arriba, se pasan la vida borrachos, y ni siquiera saben jugar al fútbol. Son la vergüenza de la familia.
Suecia y Noruega son dos lesbianas de 39, casi 40, que están buenas de cuerpo a pesar de la edad y no le dan bola a nadie. Cogen y laburan: son licenciadas en algo. A veces hacen trío con Holanda (cuando necesitan porro), y a veces le histeriquean a Finlandia, que es un tipo de 30 años medio andrógino que vive solo en un ático sin amueblar, y se la pasa hablando por el móvil con Corea.
Corea (la del sur) vive pendiente de su hermana esquizoide. Son mellizas, pero la del norte tomó líquido amniótico cuando salió del útero y quedó estúpida. Se pasó la infancia usando pistolas y ahora, que vive sola, es capaz de cualquier cosa. Estados Unidos, el retrasadito de 17, la vigila mucho, no por miedo, sino porque quiere sus pistolas.
Israel es un intelectual de sesenta y dos años que tuvo una vida de mierda. Hace unos años, el camionero Alemania (que iba por la ruta mientras Austria le chupaba la pija) no vio que pasaba Israel y se lo llevó por delante. Desde ese día, Israel se puso como loco. Ahora, en vez de leer libros, se la pasa en la terraza tirándole cascotes a Palestina, que es una chica que está lavando la ropa en la casa de al lado.
Irán e Irak eran dos primos de 16 que robaban motos y vendían los repuestos, hasta que un día le robaron un respuesto a la motoneta de Estados Unidos, y se les acabó el negocio. Ahora se están comiendo los mocos.
El mundo estaba bien así, es decir, como estaba. Hasta que un día Rusia se juntó (sin casarse) con la Perestroika y tuvieron docena y media de hijos. Todos raros, algunos mogólicos, otros esquizofrénicos.
Hace una semana, y gracias a un despelote con tiros y muertos, los habitantes serios del mundo descubrimos que hay un país que se llama Kabardino-Balkaria. Un país con bandera, presidente, himno, flora, fauna, ¡y hasta gente!
A mí me da un poco de miedo que nos aparezcan países de corta edad, así, de repente. Que nos enteremos de costado, y que incluso tengamos que poner cara de que ya sabíamos, para no quedar como ignorantes. ¿Por qué siguen naciendo países nuevos —me pregunto yo— si los que hay todavía no funcionan?

lunes, 3 de noviembre de 2008

Poesía de Nezahualcóyotl

¿Eres Tú Verdadero…?

¿Eres tú verdadero ( tienes raíz )?
Sólo quien todas las cosas domina,
El Dador de la vida.
¿Es esto verdad?
¿Acaso no lo es, como dicen?
¡Que nuestros corazones
no teman tormento!

Todo lo que es verdadero,
(lo que tiene raíz),
dicen que no es verdadero
(que no tiene raíz).
El Dador de la vida
Sólo se muestra arbitrario.
¡Que nuestros corazones
no tengan tormento!.


No acabaran mis flores

No acabarán mis flores,
No cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
Se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
Se marchitan y amarillecen,
Serán llevadas allá,
Al interior de la casa
Del ave de plumas de oro.

viernes, 31 de octubre de 2008

Calavera Mexicana




TIANGUIS DE HUESOS

Vendo baratos los huesos
Mis huesitos del montón
Mandíbulas cinco pesos
Dedos flacos a tostón

Repuestos de calaveras
Huesos limpios sin sangrar
Piernas izquierdas enteras
Hasta para cocinar

Huesos de res tres por diez
Costillas de burro a peso
Uñas de cerdo al revés
Y de regalo un pescuezo

Huesitos recién salidos
Traídos del hospital
Los esqueletos perdidos
Que no hallaron funeral

En cada compra un regalo
A todos les doy sus dientes
Si no hay de hueso de palo
Sino los de sus parientes

Se hizo sobre una piel
Y con harina de hueso
Un Tzompamtli de pastel
Cuesta cada cráneo un peso

Si no quieres verdaderas
Hay tibias de cascarón
Clavículas de maderas
Y falanges de cartón

El cóccix ya está vendido
Un fémur está en cachitos
Un esternón recosido
Y un húmero en pedacitos

Hay un cráneo abandonado
Carente de inspiración
También un cuerno afilado
De un buey por afición

Hay huesotes de aguacate
También hay de tejocote
Tengo uno de tlaconete
Y varios de Tepezcuintle

Si no lo tengo se lo hago
Sin enganche hay solución
Facilidades de pago
Pero no hay devolución

Autor: Guillermo Romero Martínez

martes, 14 de octubre de 2008

POEMAS DE NETZAHUALCOYOTL

En el interior del cielo

Sólo allá en el interior del cielo Tú inventas tu palabra, ¡Dador de la vida! ¿Qué determinarás? ¿Tendrás fastidio aquí? ¿Ocultarás tu fama y tu gloria en la tierra? ¿Qué determinarás? Nadie puede ser amigo Del Dador de la vida… Amigos, águilas, tigres, ¿a dónde en verdad iremos? Mal hacemos las cosas, oh amigo. Por ello no así te aflijas, Eso nos enferma, nos causa la muerte. Esforzáos, todos tendremos que ir A la región del misterio.

No acabaran mis flores

No acabarán mis flores, No cesarán mis cantos. Yo cantor los elevo, Se reparten, se esparcen. Aun cuando las flores Se marchitan y amarillecen, Serán llevadas allá, Al interior de la casa Del ave de plumas de oro.

jueves, 9 de octubre de 2008

Despojo

En mi camino he tirado tantas cosas;
mi privado atrio,
el sillon mullido,
retazos de raso y manta.
Aún faltan cosas por tirar;
la sonrisa de Ofelia,
el llanto de Mamá,
y esta triste alma que me pesa tanto

Cometas



Por Eloy Mon

El cometa surcaba sistemas planetarios, galaxias, abismos interestelares. La cometa cirros, estratos, cumulonimbos.
El cometa tenía una cola de polvo de estrellas. La cometa, de papel de colores.
Cuando se encontraron en los límites de la estratosfera, enseguida se dieron cuenta de que sólo les separaba un artículo.
Así que lo vendieron.
Y sin nada que se interpusiera entre ellos, fueron cometas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El Águila y el Halcón



El águila y el halcón: Cuenta una vieja leyenda lakota que una vez llegó hasta la tienda del chamán más viejo de la tribu una pareja de enamorados cogidos de la mano. Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del jefe y una de las más hermosas mujeres de la tribu. "Nos amamos", empezó el joven. "Y nos vamos a casar", dijo ella. "Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podemos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Wakan Tanka el día de nuestra muerte. Por favor, ¿hay algo que podamos hacer". El viejo los miró y le emocionó verles tan jóvenes, tan enamorados ... "Hay algo", dijo el viejo después de una larga pausa, "pero, no sé ... es una tarea muy difícil y sacrificada". "No importa", contestaron los enamorados. "Bien", dijo el brujo, "Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestro campamento?. Deberás escalarlo sola sin más armas que una red y tus manos. Y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Luego deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. Y tu, Toro Bravo, deberás escalar la montaña del trueno y, cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas y solamente con tus manos y una red atraparla sin herirla y traerla ante mi, viva, el mismo día que vendrá Nube Alta. ¿Comprendisteis?". La pareja asintió y el anciano hizo el gesto indicando que no tenía más que decir. Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa, salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur. El día establecido, frente a la tienda del Chamán, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que, con mucho cuidado, las sacaran de las bolsas. Los jóvenes enamorados lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos, sin duda lo mejor de su estirpe. "¿Volaban alto", preguntó el anciano. "Por supuesto, como lo pediste .... ¿y ahora?", preguntó el joven, "¿esperamos un sacrificio, hemos de matarlos, que hemos de hacer?". "No", dijo el viejo sabio, "hagan lo que les digo: tomad las aves y atadlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando lo hayáis anudado, soltadlas y que vuelen libres". El guerrero y la joven así lo hicieron. Cuando soltaron a los alados, el águila y el halcón intentaron levantar el vuelo, pero solo consiguieron revolcarse por el suelo. Unos minutos después, frustradas, las aves arremetieron a picotazos entre si hasta lastimarse. "Este es el conjuro: jamás olvidéis lo que habéis visto. Sois como un águila y un halcón: si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no solo vivirán arrastrándose sino que, además, tarde o temprano, empezarán a hacerse daño el uno al otro. Si queréis que vuestro amor perdure, volad juntos pero jamás atados".

Armando Téllez Figueroa. Con la tecnología de Blogger.